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Japón - Escala en Amsterdam


Con la maleta a reventar de cosas y de comida de Japón me fui al aeropuerto con una pena… se me había hecho muy muy corto. Me esperaban 11 horas de vuelo donde tuve la suerte de que la azafata removió todo el avión para encontrarme pollo, porque lo que había de comida era pescado… otra vez. Gracias KLM.

El vuelo se hizo interminable. Llegué a Shiphol a 15:00h y mi vuelo a Madrid era a las 6 de la mañana. No había pillado hotel porque quería disfrutar de Amsterdam, aunque estaba muy cansada.

Cogí un tren en la plaza comercial del aeropuerto, que salen cada 15 minutos entre las 6 y las 24h. En 20 minutos llegué a Central Station. Me costó 3,8€ (si compras el billete en las máquinas pagando con monedas. Si pagas con tarjeta o en la taquilla te cobran 0’5 más). Me di una vuelta por el centro, visité el barrio rojo y entré en las tiendas típicas, aunque sólo fuera para comprarme un chupa chups de maría, pero bueno. (looser)

Japón - Día 11: Participando en una feria en Odaiba (Tokyo)


Tras comer algo, cogí el monorraíl hacia Odaiba. Este monorraíl no entra con el JRP, es de la línea Yurikamome, un tren elevado sin conductor que sale de Shimbashi, al sur de Ginza y cruza el Rainbow Bridge. El viaje es muy bonito, porque lo ves todo desde arriba y va bastante rápido.

Cuando llegué a Odaiba vi que aún seguía la feria, no sabía de qué. Lo que más me había llamado la atención el primer día fue ver la estatua de una caca gigante a lo lejos, pero no te dejaban acercarte porque había que pagar un pase especial. Fui a un puesto y le pregunté que qué daban con el pase. Me dijo que pegatinas.



¿Sticks?  Me miró con cara de “esta tía parece tonta” y me respondió en inglés “Sí, pegatinas. Se pegan, mira (y saca una y la pega en un folio) ¿ves? Son pegatinas que se pegan”.

La miré con cara de “me estás vacilando”, pero al ver que lo decía totalmente en serio le dije “Ahhh, en España no tenemos de eso”. Y me sonrió muy orgullosa.


Compré mi pase  y entré en la feria, que era una especie de gymkana. Tenías que recorrer toda la feria, incluido el edificio de la Fuji TV, buscar los sellos, ponérselos y volver al puesto. Entre medias podías ir pasando por distintos stands para ver actuaciones, entrar a una exposición de One Piece, o comer, como este helado con forma de barco de la serie.



En todos los juegos que quisieras participar había que pagar a parte entre 300 y 500¥, aunque tuvieras el pase ya comprado. En todos, menos en una cola que hice, no sabía pa qué, pero que al final le di a una máquina de bolas y me dieron una pinza de oso.   De verdad que no entendía nada de la feria ésta.

Y menos cuando todo el mundo empezaba a correr, a tener prisa y a mirar el reloj. Entonces me di cuenta de que la feria cerraba en media hora y de que sólo había encontrado un sello. Empecé a correr como hacían todos, pero no tenía ni idea de pa qué, ni por qué, ni qué pasaba con los sellos…

Acabé donde más gente vi corriendo: en la FujiTV. Allí hice cola para subir en varios ascensores, hice cola para bajar, hice cola para encontrar los sellos… y mientras la gente corriendo por todos lados.







Una familia empezó a organizarse. Los vi muy concentrados y decidí seguirlos discretamente. ¡A correr!

Bueno, al final me faltaron sólo dos sellos. Pero vi que a esta familia le faltaba también uno y que el padre fue con el niño con cara de pena al puesto inicial y se lo enseñó a la muchacha, y volvieron muy contentos.

Así que decidí  intentarlo. Fui con cara de pena a la tía de las pegatinas… le eché un trolón: “Mira, esta feria es muy importante para mí… vengo de España expresamente a este evento…”

La tía lo estaba flipando. Al final me puso ella los sellos que me faltaban y… tachán… el regalo eran las putas pegatinas y… ya está. No había más. Normal que la tía lo flipara.





Tanto correr por unas pegatinas. Bueno, sigo sin comprender aún el motivo de la feria, qué había que hacer, ni pa qué tanto. Y… lo más importante: qué hacía la estatua de una caca gigante y muñecos de esta caca paseándose por ahí.




Para acabar la noche recorrí el centro comercial Venus Fort a ritmo frenético para gastar los yenes que me quedaban, que eran bastantes pero no quería cambiarlos. Compré un montón de tonterías que no sabía ni lo que eran, como un sobre que parecía del estilo de “haz tus propias golosinas” y que resultaron ser sales de baño. Menos mal que me di cuenta en España de que ponía la señal de WARNING porque yo iba directa a comérmelos. 


Japón - Día 11: Saliendo de Yudanaka con Mr Yumoto


Por la mañana me despedí de Mr Yumoto, que llamó a su mujer y todo para hacerse una foto de recuerdo. Me regaló una moneda de 5 yenes, porque dijo que me daría buena suerte para el viaje si la ataba con una cinta del Shimaya a la mochila. Me preguntó que qué tren iba a coger y se lo enseñé en el horario que me habían dado en la estación. Los dos se despidieron efusivamente y me fui.

Cuando llevaba un rato andando, vi aparecer el coche de Mr Yumoto a toa hostia por una cuesta. Se paró y empezó a gritarme cosas. No sabía nada, no lo entendía ni en inglés, ni en japonés, ni en ná.

Así que desesperao me gritó ¡Ok!, y empezó a hacer gestos para que entrara en el coche. Por más que le preguntaba, el tío sólo me respondía ¡Ok!   😰

Me llevó a la estación y allí se bajó y me señaló en el horario que el tren que yo quería coger no pasaba los fines de semana y que si no cogía el que venía en un minuto ,ya tendría que esperar dos horas. El tío se había dado cuenta en el hotel hablando con su mujer y había venío a buscarme!!!

Esta amabilidad me desmonta. Normal que hubiera ganado el premio de Trypadvisor.

Japón - Día 10: Opinión de Shimaya Monkey Home Town (Yudanaka Onsen)



Opinión de Shimaya Monkey Home Town

La reserva del hotel la hice a última hora. Estaba empeñada en dormir en un Ryokan pero eran tan caros… que se me salía del presupuesto. Tanto buscar dio sus frutos y reservé en el Shimaya, uno modesto en comparación con los de lujo que hay en la zona. Y es que la zona de los Snow Monkeys es un destino de lujo famoso para los japonenes que quieren esquiar y disfrutar de las aguas termales.

Nada más reservarlo me llegó un email de bienvenida del dueño. Un tipo curioso. En el email me explicaba cómo llegar al hotel en inglés: 

"Hotel: When you leave Yudanaka Station turn left. You will see a convenience store  called Lawson. Follow the road beside Lawson and walk up about 300m along the road. You will see our hotel on your left hand side, just before the Haiku museum." 


El tipo es tan servicial que agobia. Se deshacía en bienvenidas, reverencias, y se jactaba de hablar perfecto inglés. Pero me costaba la vida entenderlo. Y al final nos comunicábamos sólo con Ok? OK. No me preguntes cómo, pero el caso es que medio nos entendíamos.

Le sentó mal que ya hubiera visitado a los monos, ya que él se ofrecía a llevar a los turistas en su  camioneta gratis a verlos. Se ofrecía de taxista para todo y si hubiera tenido móvil, bastaba con llamarlo para que viniera a buscarme donde estuviera. Un lujo.

También me ofreció una visita privada a su onsen, para que no tuviera que pagar ninguno del pueblo. Fue genial. Nunca había estado en uno, pero fue una experiencia tremenda, aunque era muy difícil para mí aguantar el agua tan caliente. Así me quité la molestia de acudir a los de Yudanaka Onsen, porque ahí son públicos, divididos en hombres y mujeres y tienes que ir desnudo en todo momento.

La habitación también estaba genial: tenías futones dobles, aire acondicionado, frigorífico, televisión y un set de té. También te dejaban yukatas. No le faltaba un detalle.



Fuera, había una lavadora, un microondas y varios lavabos. Los lavabos y los baños eran compartidos y tenías que dejar tus zapatos en la puerta y coger unas zapatillas que había preparadas para entrar.

Por la noche, Mister Yumoto (como se hacía llamar) me llevó a la entrada del hotel y me enseñó un montón de archivadores con información de actividades y de restaurantes cercanos. Había pillado los menús que ofertaban y los viajeros habían puesto su opinión sobre ellos en inglés. Una especie de TrypAdvisor rústico. Pero una idea que me vino genial.

Tras decirle que quería curry, me llevó en su coche a lo que él consideró el mejor restaurante para comerlo. Por fuera jamás hubiera averiguado que eso era un restaurante. Dentro había dos hombres sentados en unos cojines que se sorprendieron al verme. Se levantaron muy rápidamente y me recibieron con reverencias, y mucho más cuando les dije que venía de parte de Mister Yumoto.

El restaurante era muy pequeñito y estaba atestado de cosas. Tenía un montón de estanterías llenas de mangas. Me sentaron en la zona de mesas y me trajeron las cartas. ¡Dios! Se pegaba todo, qué cochambre. Estábamos abrumados ante tanta amabilidad y tanto “Sama, sama”, pero a mí me entraban ganas de coger un bote de lejía y empezar a restregarlo todo.

Cuando me trajeron el plato de arroz con curry y cerdo, me pusieron un termo con té que parecía café. El sabor era bueno pero veía los termos puestos en hilera en el frigorífico de delante con las bolsitas de té metidas en el agua y no me atraía mucho. 


El curry estuvo buenísimo, las cosas como son. Y más si tenemos en cuenta que sólo había comido el dulce extraño de por la mañana y algo ligero en el Lawson. Ahora, no te apoyaras mucho en la mesa, que de allí no te despegaban ni con una espátula. Los condimentos estaban en una cajita en un extremo de la casa y no pude ni levantarlos. 😖

A la hora de pagar, me cobraron de menos por venir de parte de Mister Yumoto (debía ser el yakuza del pueblo). Cuando ya estaba en la puerta, me llamaron a voces para que volviera. Me sacaron una cajita de música con una figurita de Doraemon en la tapadera con un muelle. Le dieron cuerda con la musiquilla, se abrió y me dio a coger tres bombones. Tenían que ser tres para que tuviera buena suerte en mi viaje. Mientras cogía los bombones el Doraemon se paró, el tío se puso rojo de vergüenza y corrió a darle con la mano para que la figurita se siguiera moviendo, como si le fuera la vida en ello.

No entendí nada del Doraemon, pero sí que supe que la lejía ni la conocen. Aunque la comida estuviera buena y se deshicieran en amabilidades. Una cosa no quita la otra.

Tras salir del restaurante fui a buscar un festival que me había indicado el crack de Mister Yumoto en un plano. El pueblo era precioso, pero no había nadie por la calle y no había casi luz.

Atravesando el puente vi cómo un señor en bici no paraba de seguirme. Estaba acojonada. Al final se decidió a acercase: tan sólo quería saber de dónde era y ayudarme a llegar a mi destino por si estaba perdida. Y de paso practicar un poco de inglés. Impresionante.

Llegué al festival que consistía en algo parecido a la caseta municipal de mi pueblo en la feria. Había farolillos, una mujer cantando y todos estaban hinchándose a cerveza, fideos y vestidos muy elegantemente con su yukata. Me fui pronto, era la única occidental y sobraba, se notaba un montón.  Pero fue curioso.

Así, que tras saludar a Mister Yumoto que quería saber si todo me había parecido OK, me fuia mi futón.

Japón - Día 10: Viendo a los monos de las aguas termales (Snow Monkeys)


En la estación de Nagano, busqué la oficina de turismo para que me orientaran sobre cómo llegar hacia Yudanaka cogiendo el Nagano Electric Railway, un viaje de una hora. El Snow Monkey Train es un tren muy moderno.

Justo al bajar en la estación, apareció una señora muy dispuesta que me explicó que era voluntaria de la escuela de idiomas y que me orientaba en inglés. En inglés de Cuenca…  Mi idea era ir al hotel a dejar las mochilas, aunque el check in lo tenía a las 14'00. Pero la mujer se puso tan pesada que sin darme cuenta ya estaba con los billetes en la mano y montada en el autobús (que no importaba, que se lo pagase a la salida). Total, en unos diez minutos o así, llegué.

La caminata se realiza por un camino rodeado de bosque con árboles altísimos y, si tienes suerte, puedes ver ardillas voladoras. Las señalizaciones son buenas, así que recomiendo hacer la visita andando, aunque hay un parking en la entrada.


Subiendo, subiendo, llegué a la entrada, una cabaña donde hay taquillas y aseos. Dentro, había  fotos de los monos, impresionan las de invierno: los monos tan a gusto en su piscina mientras está todo nevado. También hay una tienda de recuerdos y un esqueleto de un mono. Es bastante pequeñita.

A la salida hay un caminito que está lleno de monos que salen a tu encuentro.  No hay que mirarles a los ojos, porque se lo toman como amenaza. Pero realmente no hacen nada, aunque tienen fama de agresivos.




La vuelta la hice andando, que tampoco había tanta distancia.  Paseé entre unas casitas del Japón tradicional. Me encantó salir del ajetreo de Tokyo.

Yudanaka Onsen está a pocos minutos de Yudanaka. Este pueblo termal está lleno de onsen sólo para los habitantes del pueblo. Hay uno público, pero no estaba abierto a esas horas. Era muy bonito ver en mitad de las calles fuentes y manantiales preparados para que la gente meta los pies en las aguas termales achicharrantes.


Tras hacer hora hasta las 14'00 para el check in conseguí llegar al hotel súper cansada. 


Con mapas así, como para encontrar el hotel...   :(




Japón - Día 10: Cómo ir desde Tokyo a Yudanaka Onsen

Me levanté de madrugada y desde la estación central puse rumbo a Nagano. Para desayunar llevaba dulces del Lawson pero cuando abrí uno de ellos se me quitó el sueño de la risa.


Al ver el envoltorio me di cuenta de que, aunque tenga esta forma, es un dulce de Hatsune Miku, la idol virtual japonesa más célebre. Fue el software más vendido en su lanzamiento en 2007, ganando 57.500.000 yenes.


Es una imagen 3D de una chica de 16 años, con el pelo de color verde azulado, con dos coletas y que siempre lleva un puerro (que es la forma que tiene este dulce).

Tiene videos musicales, discos, montones de merchandising y llena estadios enteros… siendo una imagen 3D  😨

🚈 Cómo ir desde Tokyo a Yudanaka Onsen

●  Shinkanshen hacia Nagano Station.

●  Cambiar al Nagano Electric Railway con dirección a Yudanaka Station.

  Duración del viaje: 2'30h.

Otras entradas que te pueden interesar:



Japón - Día 9: Qué ver en Nara en un día


Dentro del parque visité tres templos importantes:

Templo Kofukuji: es el primero de los que te encontrarás en el parque. Su pagoda de cinco plantas es muy bonita, toda rodeada de ciervos. Es Patrimonio de la Humanidad. Aquí tiré, por error, una lata de bebida en el contenedor que no era y un hombre salió a regañarme gritando. Es que las papeleras de aquí tienen otros colores… Pero, menuda vergüenza con el tío a gritos y to el mundo mirando con cara de “extranjera tenía que ser”.

⬥ 3 minutos a pie desde la parada de autobús Kencho Mae.
⬥ Abierto de 9:00 a 17:00 horas (Tokondo y sala del Tesoro).
⬥ Entrada: 300 yenes (Tokondo) y 500 yenes (Sala del Tesoro).



Templo Todaiji: impresionante. Dentro tiene una estatua de Buda de bronce de más de 16 metros de altura. La estatua de bronce más grande del mundo.  También es Patrimonio de la Humanidad.




Aquí me partí de risa, porque hice cola para entrar en el tronco. Cuando estaba a punto de entrar, me arrepentí porque vi que no cabía ni de coña, pero la gente empezó a aplaudir de repente, y a decirme palabras de ánimo (digo yo que dirían eso…), sobre to un abuelo to esmirriado que estaba detrás de mí.


Al final lo intenté y, como era obvio, no pude entrar. No hay iluminación para mí. Aun así la gente aplaudió mucho. No entendí nada de lo que pasaba, pero había causado sensación…

  • 5 minutos a pie desde la parada de autobús Daibutsuden-Kasuga-taisha-mae (a 7 minutos en autobús desde la estación Kintetsu de Nara).
  • Abierto de 7:30 a 17.30 horas de abril a septiembre; de 7:30 a 17:00 horas en octubre; de 8:00 a 16:30 horas de noviembre a febrero; y de 8:00 a 17:00 horas en marzo.
  • Entrada: 500 yenes.
Continuando mi caminata por el parque llegué a mi última parada:

Santuario Kasuga Taisha: está un poco más retirado. Para llegar a él hay que atravesar un camino lleno de farolas y adentrarse en el bosque. Los árboles aquí son altísimos, está muy integrado en la naturaleza. A la entrada del camino hay una estatua en honor a los ciervos. El camino tiene más de 3000 lámparas.




No entré porque ya era muy tarde. Pero lo poco que vi por fuera mereció la pena. También es Patrimonio de la Humanidad.
  • 10 minutos a pie desde la parada de autobús Kasuga-taisha-Omotesando (a 8 minutos en autobús desde la estación Kintetsu de Nara).
  • Entrada gratuita. Entrada al jardín: 525 yenes (de 9:00 a 16:00 horas). Entrada a la sala del Tesoro: 420 yenes (de 9:00 a 16:00 horas).
De ahí, vuelta caminando a la estación. Y vuelta a Kyoto, y vuelta a Tokyo, y llegada al hotel tras la parada de rigor en el Mcdonald’s pues… de madrugada.


Japón - Día 9: Dando de comer a los ciervos de Nara


Volví a la estación y me fui a Nara, pero el tren que cogí no era directo. Me equivoqué y tardó un montón en llegar. Tenía decenas de paradas y el aire acondicionado era un ventilador en el techo que ventilaba una mierda. Viva el Japón moderno 😒

Cerca de la estación de Nara entré a un izkaya que estaba superbaratisimo. ¡Una ensalada por 100¥! Hacía días que casi no probaba ni fruta ni verdura, por lo caras que estaban en Tokyo y porque no entendía una leche de los carteles. 

Fui a la barra y la camarera me señaló la maquinita para que sacara los tickets con los platos. El problema es que aquí no había imágenes, sólo kanjis que no entendía. Se quedó extrañada de que la volviera a llamar. Yo quería la oferta que había en un cartel, que ahí sí veía en concreto lo que tenían los platos y el precio. Para cada cosa de la oferta había que sacar un ticket, no era un menú ni nada. Y la tía se estaba liando un montón… Yo no entendía el problema: quiero eso, lo del cartel. Toma el dinero. Pero nada, no hubo manera. Una abuela que dijo que sabía español salió a mi rescate. Pero de español sabía lo que yo de chino, con lo cual, nada. En japanglish conseguí, por fin, comer. 


La calle principal de Nara es muy comercial, si sigues por ella durante 20 minutos llegas ya al parque, que es donde se encuentran los famosos ciervos. 





En el centro de Nara está Nara Park, que se remonta al siglo VIII. Lo más importante, además de contar con 4 monumentos declarados Patrimonio de la Humanidad, son sus ciervos. Más de 1200.



Según la leyenda, cuando el clan aristocrático de los Fujiwaras creó el santuario de Kasuga Taisha invitaron a un dios que vino en un ciervo blanco. Desde entonces, los ciervos han sido respetados y protegidos por la gente local como mensajeros divinos.


Estos ciervos enanos están por todas partes y hay puestecitos donde puedes comprar galletas para darles por 100¥. Son tan amables que hasta hacen reverencias con la cabeza para que les des galletas, o cualquier cosa, porque si te descuidas se comen tus mapas.