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Laos: Día 9 – De Luang Prabang a Hanoi volando con Lao Airlines


Llegué al aeropuerto de Luang Prabang en el tuk tuk que había reservado en el hotel. El vuelo salía a las 13’00. Lo había reservado a través de la web de Travelgenio. Aquí también me la volvió a jugar Travelgenio. En mi vuelo de Siem Reap a Luang Prabang tuve problemas con la supuesta “escala técnica”, que era una escala encubierta en toda regla. Y en el viaje desde Luang Prabang a Hanoi me dieron una escala breve pero adecuada. Tenía el tiempo justo para pasar de la terminal doméstica a la internacional en el aeropuerto de Vientiane.

Pero unos días antes me avisaron por email de que mi vuelo va a salir con retraso. Así que ya no me daba casi tiempo a poder pasar de una terminal a otra. Intenté contactar con Travelgenio, pero no hubo manera. Sólo aparecía un número de teléfono y no atendían vía email. En el otro lado del mundo no se puede depender sólo de un número de teléfono. ¿Cuánto dinero me iba a costar intentar hablar con ellos?

Por eso lo intenté por otra vía. En el aeropuerto avisé a la compañía (Lao Airlines) de lo que me pasaba. Las azafatas hablaban perfecto inglés, pero me dijeron que no me preocupara, que daba tiempo de sobra porque el aeropuerto de Vientiane era muy pequeño. Aun así les pregunté  que, si había algún problema por su culpa y no podía coger el vuelo de enlace que qué pasaba. Me respondieron que eso era muy raro, pero que intentarían reubicarme  en el de por la noche a Hanoi, pero… lo tendría que pagar íntegro yo.

Yo no me lo podía creer. Si es culpa suya por retrasar el viaje… pues, nada, que no hubo manera. Ellas estaban empecinadas en que daba tiempo de sobra.

Efectivamente, el vuelo salió retrasado. Llegué a Vientiane con tan sólo media hora para poder embarcar bien. Claro, tiempo de sobra si… sólo llevas el equipaje de mano. En cuanto tuve que esperar a que llegara mi equipaje, pues no me dio tiempo.

Cuando llegué al mostrador de Lao Airlines se lo expliqué a la azafata de allí. Ella ni se inmutó, dijo que estaba ya todo cerrado. Menos mal que a un señor mayor que estaba con ella le di mucha pena y me hizo el favor. Llamó por teléfono a los de los controles y me fue pasando colándome delante de todo el mundo. No tuve ni que facturar, porque ya no les dejaba el programa. Cogieron mi equipaje y lo metieron en cabina. Todo corriendo a toda hostia.

Menos mal que al final pude llegar justo cuando estaban cerrándolo todo. Ahogada, pero llegué. Todo gracias al señor mayor que se apiadó de mí. Siempre hay gente buena...

En ambos vuelos me dieron una botella de agua y un aperitivo, que es de agradecer. 


Laos: Día 9 – Visitando El Palacio Real de Luang Prabang


Mi último día lo dejé para visitar este Museo Nacional, también conocido como Haw Kham (Golden Hall). Se construyó en 1909, en pleno periodo francés, como residencia del rey Sisavangvong. Cuando el Partido Comunista abolió la monarquía en 1975, el palacio se convirtió en el museo que hoy puedesver.

La visita se hace rápida. Hay que pagar a la entrada (antes no) para poder ver los jardines, el templo, el palacio y la zona de los coches reales. 


En el edificio del palacio hay una sala con taquillas donde dejar tu cámara (no está permitida). También hay que dejar los zapatos fuera, en el porche. Además, hay cumplir bien las normas de vestimenta, si no, no pasas. No se puede ir con los hombros descubiertos, ni en manga corta las mujeres, ni falda corta, ni pañuelo o sombrero en la cabeza.

La sala principal es la primera que se visita. Es extraordinaria. Las paredes son de color rojo con un montón de mosaicos que se añadieron en los años cincuenta para conmemorar el 2500º aniversario de la entrada de Buda en el Nirvana. En ella está el trono real, espadas, bustos, imágenes de Buda…

En los pasillos de la derecha hay diversas habitaciones que muestran la vida privada de los reyes: un dormitorio, una biblioteca y un salón. También se exhiben instrumentos musicales tradicionales de Laos.

En los pasillos de la izquierda se ven distintos objetos reales valiosos, como una piedra lunar que le regaló el Presidente Nixon. La verdad es que el palacio está lleno de regalos que le hicieron a esta familia.  Otra sala a tener en cuenta es el lugar privado de rezo.

Si sales del palacio, de vuelta a los jardines, verás las indicaciones para continuar el camino de la derecha y así acceder a la sala dedicada  a los coches del rey.


A la salida te encontrarás con uno de los templos más famosos de Luang Prabang: el Wat Mai Suwannaphumaham, con una ornamentación muy suntuosa.



Después de visitar el palacio y subir al Monte PhouSi, me fui de vuelta al hotel para coger mi tuk tuk al aeropuerto. Me despedía de una de las ciudades más encantadoras de Asia.

🕑 Horario del Palacio Real de Luang Prabang:
- De miércoles a lunes: de 8’00 a 11’30 y de 13’30 a 15’30.

📷 No se pueden hacer fotos en el interior del palacio.



Laos: Día 8 – Opinión sobre el Lakhangthong Boutique Hotel de Luang Prabang


Cuando me bajé de la furgoneta que nos había traído del Centro de Conservación de Elefantes de Sayaboury, llegué al hotel Pangkham Lodge. Este hotel lo había reservado a través de Booking.es y me había costado 20€ por una noche con desayuno. El problema fue que cuando llegué estaba todo lleno.

El chico de recepción me dijo que no había ningún problema porque tenían otro hotel muy cerca de allí, que era más caro, pero que me hacía el upgrade gratis. Al momento vino un tuk tuk para coger mis cosas y llevarme al nuevo.

No estaba en la avenida principal, como el otro, pero sí que parecía mejor. Estaba situado a pocos minutos del monte Phou Si Se llamaba Lakhangthong Boutique Hotel. No era muy grande, tenía sólo 16 habitaciones, pero parecía muy acogedor. La recepcionista estaba jugando a un shooter en la Play a todo volumen. Lo dejó cuando me vio aparecer y me llevó a la habitación.

La habitación estaba en la segunda planta. Todo recubierto de madera, con una cama enorme, aire acondicionado, televisión, kettle y nevera. El cuarto de baño era también muy grande y contaba con secador. Estaba todo limpísimo.

Después de descansar un rato bajé a recepción para reservar el transporte al aeropuerto para el día siguiente y pagar la cuenta para ahorrar tiempo. La chica me dijo que no había problema, pero que si iba a pagar con la tarjeta de crédito que me tenía que cobrar un 3% de comisión. Le dije que sí y llamó a otro chico. El chico me dijo que le acompañara porque tenía que hacer el pago en otro sitio. Yo pensé que nos dirigíamos a otra estancia del mismo hotel pero… no.

Me llevó a la puerta, se montó en su moto y me señaló el asiento de atrás. Me quedé a cuadros. Así que no supe qué hacer. Ante la cara de insistencia del chico, acabé subiéndome. Ahí me tienes, de viaje en moto por Luang Prabang, con un laosiano que no conocía de nada y sin casco. Toda una experiencia. Nos bajamos en la puerta del hotel original, en el que habíamos estado al principio. Pagué allí y de vuelta a la moto para regresar al nuevo.

Una vez resuelto mi problema del pago, me di un paseo por el mercado nocturno para disfrutar de mi última noche en Luang Prabang, aprovechando las gangas de Food Street.


Al día siguiente, el desayuno lo hice en la planta de arriba, en el porche. Había varias opciones para elegir y, después de algunos problemas de comunicación con la camarera, al final conseguí que me trajera algo parecido a lo que había pedido. Al menos acertó en algo. 

El desayuno estuvo correcto, seguí probando el Banana Pancake, que ya se ha convertido en una tradición por estas tierras, porque cada uno lo hace de una manera y no acierta nadie a hacerlo bien.


   LAKHANGTHONG BOUTIQUE HOTEL   
Noradeth Road, Ban Thatluang,
Luang Prabang      06000, Laos
Teléfono:+856 71 213 193


Laos: Día 8 – Segundo día en el Centro de Conservación Nacional de Elefantes de Sayaboury


Me levanté tempranito, con toda la ilusión del mundo, para aprovechar bien el día. Levantarse y encontrarse con estas vistas desde el porche, es una experiencia única.



Después de una ducha y de recoger todo mi equipaje, para dejarlo todo listo, fui a desayunar a la zona común. Pan con mermelada, huevos revueltos, café, té… todo preparado para comenzar nuestro segundo día entre elefantes.

Para abrir boca nos dirigimos hacia el embarcadero para tomar una barquita estrechísima, en la que nos montamos seis personas. Estabas tan cerca del agua, y se tambaleaba tanto… Me gustó. En ella fuimos hacia un observatorio para ver uno de los milagros del centro de Sayabouri: una de las crías que están consiguiendo que nazcan aquí.


Vino acompañada de su madre y de su mahout. El vínculo entre el mahout y su elefante llega a ser tan fuerte que, cuando el mahout se muere, el elefante se pone triste y llora… increíble.

La cría estaba poco participativa porque no le gustaba la llovizna que estaba cayendo y sólo quería estar con su madre, escondiéndose debajo de sus piernas. Cuando llegó el momento del baño, gruñía porque quería irse al bosque. Y eso que nos dijeron que le encantaba el agua, nadar, bucear y jugar en el lago. Aun así, fue maravilloso.






Después de hacer cientos de fotos y de disfrutar en silencio de esos preciosos momentos, cogimos de nuevo la barquita para volver al centro y juntarnos con el resto de visitantes. La siguiente parada fue para encontrarnos, de nuevo, con los elefantes y aprender hoy unas lecciones básicas de cómo guiar a uno de ellos. Ve hacia delante, párate, gira a la derecha, agáchate para que me pueda bajar… El elefante sabía perfectamente lo que tenía que hacer al escuchar nuestras indicaciones y las de su mahout.








Una vez saciados de los paseos (que es lo que más nos gustó a todos), pudimos estar más tiempo con ellos acariciándolos y dándoles de comer.


Al rato llegó una voluntaria neozelandesa que se encargó de enseñarnos el hospital y de explicarnos las actuaciones que llevaban a cabo allí. Vimos cómo les limpiaban las pezuñas, cómo los medían… y acabamos delante de un gigantesco esqueleto para ver cómo eran sus huesos.


Desgraciadamente, tuvimos que volver al porche a tomar nuestra última comida allí y coger la furgoneta que habíamos alquilado entre la familia catalana, una pareja de suizos y nosotros. Nos salió tan barato como si hubiéramos cogido el autobús, porque repartimos los gastos entre todos. Y sin el apuro de que te pudiera tocar viajar en el pasillo del bus (en taburete de plástico o en el suelo).

Mi visita a Laos no hubiera tenido sentido si no hubiera venido aquí. Fueron tan sólo dos días y me arrepiento de no haberme podido quedar más. Aprendí tanto y vi tantos paisajes salvajes, que lo echo de menos. Es como si me llamara para que volviera pronto, sobre todo cuando me levanto y está lloviznando. Entonces me acuerdo de mi elefante y sonrío. 





Laos: Día 7 – Primer día en el Centro de Conservación Nacional de Elefantes de Sayaboury


Nada más llegar a la estación de autobuses de Sayaboury, lloviendo a cántaros, nos vino a recoger una furgoneta que nos llevó a un embarcadero precioso. Allí había un restaurante junto al lago, todo de madera. Habían hecho un apartaillo en su zona del lago para hacer un recinto cerrado de agua y poner un negocio de barcas a pedales. Pese a la lluvia, había gente en las barcas.

En el restaurante, en el que tan sólo estábamos los que íbamos al Centro de Elefantes, nos sentaron en una mesa de madera mientras mirábamos el impactante paisaje. Allí nos dieron de comer comida típica de Laos, muy especiada y algo picante.

Después de comer y de hacer algunas fotos, vino nuestro bote. Estábamos todos muy nerviosos, esperando con ansia ver ya a los elefantes. El viaje en barco fue único. En mi vida había visto un paisaje igual. Quedará en mi retina para siempre. Aunque llovía, daba igual. Estaba todo tan verde, tan puro, tan tranquilo. No había nadie en el lago, solo nosotros y el ruido de nuestro motor.



Cuando divisamos la orilla fue increíble. Unas cuantas cabañitas dispuestas mirando al agua. Un paraíso. Se me saltaron las lágrimas cuando por fin los vi. Allí estaban los elefantes, a pocos metros de nosotros, dándose un baño. 




El personal nos recibió con los brazos abiertos. Una amabilidad, una cercanía... Hablaban perfectamente inglés y estaban muy comprometidos con su tarea. Tan sólo los mahout hablaban poco inglés, aunque se esforzaban. 

Nos llevaron a nuestras cabañas y nos enseñaron las instalaciones. Las chozas tenían dentro dos camas con mosquiteras, perchas y un espejo. El porche era ideal, con tu hamaca para poder disfrutar tranquilamente del paisaje. Lástima que lloviera.




Los servicios son comunitarios. Hay varios en el centro y hay que entrar sin zapatos. Aunque cuando te acostumbras es mucho mejor ir andando descalzo por mitad de la selva. Así no hay problema con limpiarse los zapatos. Juro que, al final, acabarás yendo descalzos por comodidad. Yo me acostumbré en seguida. 

¡Qué paisajes! Todo envuelto en la neblina, daba un aspecto de ensueño.




Después nos enseñaron el comedor, bajo un porche, y nos fuimos a ver a los elefantes de cerca. Tras haberse dado su baño, estaban ya todo lo limpitos que pueden estar unos elefantes. Grandiosos. Nos enseñaron sus características, qué los diferencia de los elefantes africanos, cuáles son los objetivos del centro... Y nos hicieron una demostración de las tres formas que existen para subir a un elefante. 


Pronto, por fin, llegó el momento más esperado por todos. Tuvimos que elegir una de estas maneras y... ¡montarnos nosotros! Increíble, sin palabras. Jamás he estado en un lugar tan paradisíaco como éste y con tanta emoción. Una vez allí arriba, todo es impresionante. Parece mentira, estar tan alto y con un animal tan noble. 



Cuando acabó nuestro paseo, nos dieron una vuelta por el Museo del Centro. Allí nos fueron explicando algunos de los paneles que tienen expuestos haciendo mucho hincapié en la labor sensibilizadora que diferencia a este lugar del resto de los sitios de Laos en los que te puedes montar en elefante, y que no salen muy bien parados en cuanto a su conservación precisamente.


Al atardecer acompañamos a los elefantes al bosque para que se fueran a dormir. Los acompañamos por una cuesta tan embarrada y escurridiza, que ahí ya decidí que no usaría más los zapatos mientras estuviera en el centro.


Lavados y decentes, nos fuimos a cenar. Bajo el porche tuvimos la oportunidad de hablar con nuestro guía y de que nos contara cosas de su país y de sus costumbres. Las conversaciones más valiosas que puede tener un viajero. También descubrimos que era la primera vez que había tanto español en el centro, porque había una familia catalana también allí, que había elegido el programa de dos días. No era muy usual la presencia de españoles en Sayabouri, como nos dijo... otra española: una de las biólogas del centro. Ella había estado como visitante, luego como voluntaria y ahora trabajaba para el Gobierno Laosiano estudiando el comportamiento de los elefantes del centro. Se había quedado enamorada del lugar. El mundo es un pañuelo, y más cuando descubrí que encima tenía familia de Jaén. 


Durante la cena también hablamos con otros voluntarios y trabajadores del centro, que respondían a todas nuestras preguntas como si fuera una entrevista y es que todos estábamos ansiosos por conocer cosas de allí. Austríacos, franceses, españoles, suizos, neozelandeses y laosianos, todos compartiendo comida y velada. 

Después de un día tan intenso, nos fuimos rendidos a nuestras cabañas pensando en los elefantes que volveríamos a ver al día siguiente. 

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Laos: Día 6 – Visitando Luang Prabang


Volví de las Cuevas de Pak Ou para la hora de comer. Fue un error no llevarme nada, porque allí no hubo nada para comprar y tenía mucha hambre.

Tourist Street está llena de negocios. Un montón de restaurantes para todos los bolsillos. Desde suntuosos restaurantes coloniales, hasta la pizzerías más baratitas. Lógicamente, allí acabé también yo. Bebiendo una beer lao, como manda la tradición.

Me llamó la atención que, estando esto tan perdido y tan lejos, me encontrara con un negocio catalán. Bueno, parece que esta tierra atrae a los españoles, porque en el Centro de conservación de elefantes también coincidimos algunos, incluso la bióloga de allí es española. Pero, lo cierto es que no se ven muchos turistas españoles por Luang Prabang. Hay mucho francés, sobre todo, y algún que otro alemán.




La tarde la dediqué a disfrutar de los múltiples Wat que hay por toda la ciudad y los alrededores. Algunos son de pago, pero baratos, y otros son gratuitos.

Entre Wat y Wat, busqué la dichosa agencia de viajes Sakura, que es la que dice la Lonely Planet que gestiona el transporte privado para ir al Centro Nacional de Conservación de Elefantes. Pero, como la mayoría de los viajeros, no la encontré. Así que, al final, acabé reservado en una de ellas los billetes para ir en autobús hasta Sayabouli, toda una experiencia. Mereció la pena por conocer más de cerca a los locales.


Por la noche hice unas compras en el mercado nocturno, paseé por Street Food (salé ahumada y oliendo a barbacoa) y me comí un pastel laosiano en un puesto callejero.



Laos: Día 6 - Cómo es la visita a Lao-Lao Village y a las Cuevas Pak Ou


Por la mañana temprano, después de haber visto la Procesión de las Ánimas y de haber tenido el incidente con el desayuno del hotel, me fui a la agencia en la que había comprado la excursión a las Pak Ou Caves.

De salir a las 8’00, al final acabé saliendo más de media hora después. Allí me sentaron en unas sillas y no me hicieron ni caso hasta que apareció un tuk tuk destartalado que me llevó al embarcadero… De haberlo sabido, no hubiera reservado nada con la agencia, porque mi hotel estaba cerquísima del embarcadero ése y había hecho el camino en vano. Además, me habría salido más barato si hubiera comprado el billete en el propio embarcadero.

Allí me dieron un ticket con un número (que luego no se respetó para nada) y estuve esperando otra media hora a que organizaran los barcos. Finalmente, conseguí montarme en uno. Toda una experiencia. Es más bonito que las cuevas en sí mismas. Un barco muy estrecho, algo difícil para montarse en él, subiendo por tablas, barro… todo destartalado, pero con el aire encantador que inunda Laos.



Daba un poco de miedo cuando venía la corriente fuerte pero, al rato, te olvidabas y disfrutabas del paisaje salvaje, viendo a los niños y a los perros jugando en el agua, gallinas salvajes, gente viviendo en el río… todo tranquilísimo.



A medio camino paramos para echar gasolina. Nunca había visto una gasolinera en mitad de un río. Curioso.



Una parada en Whiskey Village - Ban Xang Hai 

Un poco más adelante hicimos una parada en este poblado. El pueblo está construido en la ribera del Mekong, a 20 km de Luang Prabang si vas por carretera.

Nada más bajarnos, vienen a saludarnos algunos habitantes. Uno de ellos, mayor, sabía hablar un inglés bastante aceptable para estar dónde estábamos. Allí nos enseñó las instalaciones donde hacían el famoso lao lao. Un licor que es consumido a todas horas en este país. Nos dio a probar tres mezclas distintas, en función de su graduación. La última sabía a aguardiente del fuerte.


Las botellas de lao-Lao normalmente contienen pezuñas de oso, huesos de tigre o cualquier otro trozo de algún animal, porque creen que esto incrementa la virilidad masculina. Y también porque quieren dar morbo a los turistas. No compres estas botellas ya que perpetúa el serio problema que hay en el país de furtivos y caza ilegal de animales amenazados. Exige que no lleven nada de esto dentro. Es una pena.


Después de beber todo eso con el estómago casi vacío, hacía un calor y un mareo… nos adentramos un poco en el pueblo, donde todo el mundo estaba aletargado. No hacían ningún ademán por vender, parecía no importarles nuestra presencia allí. Raro, y más cuando es un pueblo orientado principalmente al turismo. Su única calle polvorienta está llena de talleres y tenderetes donde venden telas, bufandas, gorros… hay mujeres tejiendo in situ, pero muchos de los artículos están hechos en fábricas de China o de Vietnam.




Al principio de la calle hay un templo muy bonito al que merece la pena echar un vistazo después de haberles comprado algo a esta pobre gente.



Todas las visitas que van a las cuevas hacen la parada de rigor en Whiskey Village (Lao Lao Village), aunque también se puede ir por carretera o alquilando un viaje privado en alguna embarcación. Sin embargo, ir exclusivamente a este lugar no merece mucho la pena, tan sólo sirve de excusa para estirar la piernas antes de continuar el camino a las cuevas.

Visitando las Cuevas de Pak Ou

A 25 km de Luang Prabang, río arriba, se encuentran estas cuevas que llevan siendo lugar de culto desde hace más de mil años. Cuando los peregrinos lograban llegar a ellas, era tradición dejar atrás una estatuilla de Buda. Con el tiempo las cuevas se fueron llenando de estas estatuillas, y ahora hay miles de ídolos de todos los tamaños y estilos.



Las cuevas consisten en dos oquedades realizadas en un acantilado de 15 metros de altura sobre el río. La primera que te encuentras es Tham Ting. Allí sí que hay luz natural y un montón de velas, por lo que se puede ver sin problemas. Es más un abrigo, que una caverna. Hay algunos carteles que nos enseñan el significado de las estatuas y de los altares que la llenan. Seguridad no hay ninguna. Hay que mirar muy bien donde se pisa.





La primera pintura que se conoce de esta cueva se le atribuye a Francis Garnier, que describe su viaje explorando el Mekong desde 1865 a 1867.


Una vez vista, seguimos el camino donde hay algún que otro vendedor de champiñones, ofrendas… y una niña de unos 4 años que vendía muñequitas. Al final del camino aparecen unos escalones que hay que subir para llegar a la cueva de Tham Theung, unos diez minutos subiendo. Hay descansar de vez en cuando para no ahogarse y disfrutar del paisaje.



Arriba hay una cueva sin luz. En la entrada alquilan linternas o puedes usar el flash de las cámaras o del móvil. Dentro hay un montón de imágenes de Buda de un modo mucho más tranquilo, pues no está tan llena de turistas como la de abajo. Muchos no quieren subir tanto escalón.




Abajo hay un servicio con una pinta sospechosa. No me atreví a entrar en ellos. Parecía mejor la jungla, la verdad. Una señora tumbada (literalmente) en el suelo, cobraba 5000 kip por entrar en él mientras se le abría la boca. Muy estresada no parecía.

Las cuevas no son muy espectaculares, todo hay que decirlo. Lo que es encantador es el viaje en sí mismo, disfrutando del paisaje del Mekong y de la visión de tanto ídolo en su interior, y a oscuras. Aun así, merece mucho la pena dedicarle media mañana.


Cómo llegar a las Cuevas de Pak Ou 

🚢 En Barco: comprando el ticket en el embarcadero. No hace falta ir a ninguna agencia, así te saldrá más barato. Está en frente del Saffron Café. Se tardan 2 horas en llegar a las cuevas, con una pequeña parada en Whiskey Village. De vuelta, como sólo hay que seguir la corriente, se tarda una hora y media. 

🚘  Por carretera: cualquier tuk tuk del centro te puede llevar por un camino sin asfaltar que sale de la carretera 13, cerca del km 405. Se tarda una hora y hay que cruzar el río en un barco desde el pueblo más cercano (Ban Pak Ou).


PRECIO:
- Entrada a la cueva: 20.000 kip
- Barco ida y vuelta: 60.000




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